• Imagen 1 Fundación Hospital Mayo Rey
    Tenemos como objetivo, lograr en una primera fase, la construcción y dotación de un Hospital en la República de Camerún, en África Subsahariana; y, en una segunda fase, el funcionamiento del centro, con carácter permanente.

Una vida-KAWE DE GABDEL

Kawe es un niño de 2 años y medio. Se cayó en una marmita de agua hirviendo. Se produjo quemaduras en todo el vientre y el pecho, en la ingle y las axilas de segundo y tercer grado.En el hospital le tratamos con sueros, antibióticos, analgésicos y curas de la piel durante nueve dias. Incapaz de comer le dábamos leche en polvo y papillas de mijo y de maiz y caldos de carne.Estaba cubierto con gasas y mosquitera para evitar las moscas.Conseguimos estabilizarle y evitar la infeccción y el dolor.El décimo dia el padre tomo una decisión. "<<Soy su padre dijo y tanto si vive como si muere me lo llevo a mi aldea>>". Y se lo llevó.
Dias mas tarde intranquilo, cogi una moto y fui a su aldea, un poblado de diez o doce chozas a unos veinte kilómetros de Rey. Le encontré en una cama cubierto por una mosquitera limpia y al acercarme en la oscuridad de la cabaña no distinguia bien que le habian puesto en las quemaduras. Por un momento pense en que algo diabólico habia crecido en sus heridas.
Su padre me sacó de dudas. Es pelo de liebre, le hará cicatrizar en dos semanas. Es un remedio indigena muy antiguo. También hemos visitado al hechicero y sacrificado una cabra.Volví a Rey sorprendido y fascinado. Tenia la completa seguridad de que lo que esperaba el padre iba a ser cierto y el niño curaría perfectamente.
Y así ha sido.
Medicina mas remedios indígenas con un poco de hechicería.
Quien dice que no.

Nuestros Principios

Nuestros Principios

Nuestro primer objetivo es la construcción, dotación y puesta en funcionamiento de un Hospital en la aldea de Rey Bouba, capital del Lamidato autónomo del mismo nombre en la República de Camerún.
El derecho del ser humano a la salud y a una vida digna, sin la amenaza constante de la enfermedad y la muerte que no respetan edades o condiciones siquiera económicas, nos ha movido a llevar y compartir parte de nuestra ayuda, técnicas y conocimientos con este grupo de ciudadanos del continente olvidado.
La lucha contra la enfermedad y la muerte precoz y evitable forman parte del ideario de solidaridad que ha caracterizado a nuestra ciudad, a todos los hombres sensibles con el dolor y el sufrimiento de nuestros semejantes y, en particular, a los hombres y mujeres dedicados a la medicina.

El formidable progreso logrado por la ciencia y la técnica en el mundo desarrollado, llamado occidental, ha inclinado una vez mas la balanza en el sentido de las desigualdades que últimamente caracterizan la evolución de nuestro planeta.


Con un pequeño esfuerzo, nuestro objetivo es conseguir llevar a esta región perdida una pequeña muestra de solidaridad y ayuda; al menos, en ese punto común que todos los seres humanos compartimos, aquel en el que no existen diferencias, hayamos nacido donde hayamos nacido. Es el punto que nos identifica como seres indefensos ante lo más implacable de la vida, es decir el dolor y la enfermedad.
Hoy, en el mundo globalizado, los habitantes de estas tierras inhóspitas tienen un débil acceso, mediante las redes de comunicación, a comprobar las diferentes oportunidades y la fortuna con que la vida y el destino han favorecido a algunos y ha olvidado a otros.
Creemos que podemos y debemos compartir con ellos nuestro potencial sanitario y nuestra técnica, a fin de lograr que el planeta sea más habitable, menos inhumano, mediante la aportación de ayuda sanitaria efectiva. Éste es nuestro objetivo.
Hemos elegido este pequeño lugar, a pesar de tener el sentimiento de que las gentes de todos los lugares lo merecen.
Sin embargo, la decisión de construir un centro hospitalario en este lugar ha sido motivada al abandono y la necesidad directamente constatadas en la zona durante más de una década.

Aquí comenzo todo

Los Orígenes
El año 1998 Emilio Sastre Huerta, médico pediatra del Hospital General Yagüe de Burgos - de la red de Hospitales del Servicio Nacional de Salud -, solicita permiso a la embajada de Camerún en España para desplazarse, en su mes de vacaciones, al Lamidato de Rey Bouba, en el norte de este país para una estancia de cooperación de cinco semanas.No tenía entonces ninguna experiencia en este tipo de actividades, por lo que organizó su misión fuera de todos los cauces y organizaciones de cooperación internacional: A través de un amigo, que era jefe de un campamento de caza en Camerún, abordó esa pequeña aventura, consistente en trabajar durante un mes como pediatra en una aldea del norte de Camerún. En esta primera estancia de trabajo solo llevaba en su equipaje medicamentos básicos destinados a la infancia.

A partir de dicho año de forma ininterrumpida se organizo una estancia de cinco semanas en la aldea de Rey Bouba durante las cuales trabajó en el centro sanitario en colaboración estrecha con el equipo sanitario de dicha localidad un medico y tres enfermeros diplomados para una población censada en todo el distrito de unos 40.000 habitantes.

Desde este momento se buscaron colaboraciones con diferentes empresas farmacéuticas para conseguir una dotación de medicamentos indispensable y hubimos de contar con apoyo para poder hacer envíos cada vez más óptimos. El Hospital General Yagüe de Burgos emprendió igualmente un compromiso de ayuda y desde ese momento se ampliaron los envíos incluyendo material médico muy diverso.

En estos años se han enviado dos dotaciones de 20 camas hospitalarias equipadas. Tres aparatos de ecografía. Un aparato de radioscopia. Un microscopio y diverso material y equipamiento médico, de cirugía menor y de laboratorio.

Asimismo se han enviado equipos deportivos completos para la dotación de dos escuelas públicas y un liceo. De igual forma se ha dotado de medios informáticos a dichos centros docentes.

Desde el momento que las posibilidades de crecimiento y ayuda se iban haciendo notables surgió la inquietud de hacer algo permanente y se maduró la idea de dar otra forma a este proyecto que ya venía perdurando 11 años consecutivos.A partir de aquí un grupo de amigos decidimos dar un carácter más permanente y extenso a lo que en un principio no era más que una exigencia de cooperación personal. De este modo el año 2007 se decidió dar forma a esta actuación personal en el sentido de crear una estructura consolidada y permanente y se decidió la construcción de un Hospital Quirúrgico.

Se dio paso a la creación de una fundación benéfica la Fundación Hospital Mayo Rey cuya finalidad fundamental es la construcción de dicho centro.

Prensa,Diario de Burgos

Objetivo cumplido

Tres años después de que el pediatra burgalés Emilio Sastre encandilara a media ciudad con su iniciativa de levantar un hospital en pleno corazón de Camerún, el proyecto ya está en marcha. Ventura Pérez Mariño relata el viaje.La escuela es un lugar tan estupendo como otro cualquiera para darle al cepillo de dientes. La expedición burgalesa, además de esperanza, llevó a Mayo Rey productos de higiene para los niños.No nos conocíamos pero nos reconocimos con facilidad: se nos había puesto cara de cooperantes. Éramos de la ONG Mayo Rey, camino de Camerún, que viajábamos para poner en marcha un pequeño hospital quirúrgico. El centro ha tenido una gestación larga. Venía precedida de la experiencia de un pediatra burgalés, Emilio Sastre, (60) que ha trabajado los últimos 12 años en Camerún, en el tiempo de sus vacaciones. El lugar, Mayo Rey, es un distrito de unas 200.000 personas.
Había llegado el momento de ponerlo en funcionamiento y de dotarlo de los pertrechos sanitarios necesarios. Confluyendo con nosotros, había salido hace tres meses desde Valencia un contenedor cargado de donaciones españolas. Al igual que el explorador Stanley, cuando buscó a Livinsgtone por media África, empezábamos una andadura que habrá de ser frontera, un antes y un después, para los habitantes de Mayo Rey y para nosotros.
Somos ocho viajeros: cinco médicos, una enfermera, una estudiante y el cronista que esto escribe. Dos odontólogos, el matrimonio burgalés formado por Elena y Bill, (41), han tomado sus vacaciones y dejan su clínica en funcionamiento. Su objetivo es enseñar el cuidado de la boca y limitar las infecciones. Se han preocupado de que el contenedor lleve todo lo necesario para su función; sillón incluido.
Fuen (57), ginecóloga, prototipo de las personas siempre dispuestas a ayudar a los demás. Tiene experiencia en cooperación. Áurea (46), enfermera excedente , viene dispuesta a todo. Destila bondad. Carlos (36), oftalmólogo con consulta privada, a última hora compró 300 gafas en los chinos, muy útiles para la presbicia. Ha llenado el contenedor de aparatos de precisión. Espera encontrar patologías por exposición solar e infecciones parasitarias. Mar (43), cirujana general, trabaja en el Sacyl. Su misión es operar lo que se pueda y organizar el funcionamiento del hospital. Ha estado con anterioridad en Ghana y Guatemala. Sabe lo que dice. Y por último Claudia (21), universitaria, viene premiada. Su función es la de intérprete y multiusos. Nada se le pone por delante. Todos tienen un común denominador, son unas joyas y aspiran a ser útiles.

El país de los indomables

Cuando nos quisimos dar cuenta, los carteles del aeropuerto nos hicieron saber que estábamos en Camerún, El país de los leones indomables, Un país con ambiciones sin límites. Habíamos aterrizado en Douala, una ciudad portuaria incrustada en la costa atlántica. Un millón y medio de habitantes en una tipología repetida por todo el continente africano: lujo, caos y miseria.Se nota el calor; los funcionarios del aeropuerto no se inmutan, estamos en África y todo va despacio. Cuando facturamos para el último vuelo se nos descubre una realidad que choca con nuestra ingenuidad. Nos hacen pagar por el exceso de peso, a pesar de nuestra protestas y razones: «Que son medicinas...». No nos oyen ni nos hacen el menor caso. Así que pagamos. Este percance nos suscita el primer debate. Concluimos que en cualquier caso sus decisiones vienen precedidas de enormes injusticias históricas.Nuestro último avión tiene mucho de aquellos autobuses que de la salida al destino paraban en todos los pueblos. Recorre el Camerún de oeste a este y a él se suben y bajan las clases altas cameruneses. Ellas muy vistosas con el colorido de sus trajes, el pelo lleno de trenzas y abundantes abalorios. Ellos, en general, apuestos, fuertes y altos.

Sobrevolamos la sabana en la que viviremos los próximos días. Y ya en el aeropuerto cometimos nuestro primer error. Como turistas sacamos las máquinas fotográficas hasta que policías de paisano nos las requisan. Al parecer está prohibido. Media hora nos costó recuperarlas.Nos apretujamos en una furgoneta de la que salen bultos por las ventanas y por el techo y, mezclados con el África negra, nos adentramos en un mundo desconocido para nosotros. De cuando en cuando repostamos en puestos, a modo de gasolineras, al borde del camino donde con garrafas nos van llenando el depósito.Miramos con avidez queriendo atraparlo todo. El mundo urbano va perdiéndose y nos colamos en las formas de vida tradicionales a las que conducen los caminos polvorientos llenos de chozas y animales. Y cameruneses, y niños, sobre todo niños, de ojos implorantes y estómagos sobresalientes.

En Mayo Rey nos espera nuestro Livinsgtone, Emilio Sastre, culpable de todo, de que estemos allí y de que un hospital se haya levantado. Es ya, creo, un médico cameruneses. Un ejemplo de los que permiten pensar que hay esperanza. Nos acercamos y a coro preguntamos : «Míster Sastre, suponemos», y como si fuéramos los Panchos le cantamos «Si tú me dices ven, lo dejo todo…».
La casa de bloques en la que nos instalaron es lujo o miseria según donde se sitúe. Sin cocina y con cuarto de baño muy suyo, para nosotros fue pobreza y acabó siendo palacio. Es propiedad del lamido, el Rey Buba, una especie de soberano, y en ella residencia a sus invitados.
Cuando programamos el viaje, dimos por hecho que a estas alturas el hospital ya estaría terminado y que el contenedor con nuestros tesoros habría llegado. Pero las cosas no funcionan así… Otra vez África.
Al hospital (5 camas, 2 quirófanos, 5 salas de consulta…) le faltan los remates; y del contenedor, se sabía que estaba en camino pero no cuando llegaría.
Sin otras opciones, nos reconvertimos en trabajadores de la construcción, y seguidos por 40 empleados autóctonos contratados, aquello cambió de cara en tres días. Quedó presto para funcionar. El azar quiso que ese mismo día llegase el dichoso contenedor (todo un acontecimiento local). Y con él, sin otras bendiciones, se produjo el esperado maridaje.
Volvamos a nuestro pueblo, Mayo Rey. Todo una sorpresa. Cada uno de nosotros nos habíamos hecho figuraciones de cómo sería pero hay cosas que hay que verlas y cuando el primer día salimos expectantes, nos encontramos un enorme poblado como el que debió encontrar Isak Dinesen (Memorias de África) cuando llegó a Kenia. Cabañas de adobe y paja; hombres sentados o recostados debajo de los pocos árboles que hay ; mujeres cargando bultos en la cabeza con acompasados movimientos. Niños, muchos niños, correteando y acercándose al hombre blanco, a los nazaros que ellos llaman. Viejos, no; la esperanza de vida no llega a 50 años.
Y anchos caminos a cuyos lados estaban las chozas. Y suciedad, en un espacio donde no se recoge la basura y al que ya ha llegado el plástico conquistador. Hace calor, las temperaturas se disparan a la espera de que lleguen los meses de lluvia.
En Mayo Rey no hay industria, no hay trabajo, no hay saneamiento: tienen hambre. Mayo Rey es, en lo político, una estructura aislada con dificultades de evolución, es un sistema de gobierno islámico de origen feudal, a cuyo frente se encuentra el lamido, el imán o soberano, que nos recibió de forma ceremoniosa. Vive en un palacio muy modesto pero que no deja de tener elementos de solemnidad: una muralla de adobe nos hace pensar en heroicas defensas. Rodeando la puerta, se aposta un grupo de hombres que constituyen la corte real, y que se alivia debajo de cobertizos de paja pasando las horas y los días a la espera de lo que el rey disponga. Un pasillo en forma de túnel nos adentra en las estancias palaciegas, defendidas por una guardia de corps armada de puñal en la cintura. Llegamos al salón del reino. Me pareció como una especie de vasija de cerámica tumbada y cortada al medio. Al fondo el sillón del trono, de mimbre pintado de colores a cuyos lados nos colocamos los cooperantes cuando nos recibió. El lamido es una persona joven y simpática que tenía a su lado un ordenador y que, al tiempo, convive y dirige una sociedad en la que sus súbitos no le pueden mirar a los ojos. Todo en el laminado es suyo: las tierras, el único tractor, las vacas…

Salto en la medicina

El hospital, proyecto de la arquitecta burgalesa Irma Arribas, supone un cambio de primera magnitud. La medicina con él da un salto de siglos. Desde el primer día se empezaron a formar largas colas de personas que malveían, de mujeres con problemas ginecológicos, de herniados, de bocas destrozadas... comenzaron a ser atendidos.
Nos pasaban las horas resbalando y ni el contundente calor era inconveniente. Aquel primer día brindamos sin champán pero notamos las burbujas en nuestras cabezas; estábamos encantados de ayudar a un pueblo de polvo y paja. Así siguieron pasando los días y las colas de los pacientes no solo no disminuían sino que aumentaban. Los africanos son pacientes, y en cuclillas o recostados esperan su turno en silencio.
En Mayo Rey viven 8.000 personas. En su área administrativa se acercan a 200.000. No tienen nada, viven día a día, no tienen esperanza ni futuro, no tienen esas cosas que a los occidentales nos parecen imprescindibles .
Nos preguntamos a menudo si serían felices porque se les veía aparentemente contentos. La respuesta es simple: no sabíamos pero había que ayudarles. Hay que ayudarles a vivir, a que tengan alimentos, a que tengan agua, a que tengan expectativas. Por ellos y por nuestra dignidad.
Los días transcurrieron rápidos, África atrapa y ni la comida, complicada para nosotros, ni el calor, ni las dificultades pusieron en duda lo que fue un viaje inolvidable. El hospital funcionaba, cumplía las expectativas. Ahora queda mantenerlo.
Hemos tenido que regresar, pero volveremos. Un compromiso moral nos ha enganchado.
Dejamos atrás la sabana, a los preciosos animales salvajes que hemos visto, a los baobabs, los árboles invertidos que tanto asustaron al Principito de Saint-Exupery. Y volvemos con un convencimiento pragmático. El desarrollo es posible y la ayuda es buena. Mayo Rey ya tiene un hospital y tal vez con él el dolor y el sufrimiento serán menores.
No sin ingenuidad, a la ginecóloga le hubiera gustado hacer unos cursos de planificación familiar en una sociedad en la que nacen los que nacen, sin preguntar. Al pediatra le hubiera gustado ver a niños bien nutridos pero ha de contentarse con curarlos. Al oculista, a la cirujana, al dentista… eso será otro día.
El desasosiego por la miseria lo encubríamos con dedicación. Lo pasamos muy bien. Nos vimos útiles y la cerveza que tomábamos a medio día compensaba la sed de la espera. ¡Espléndida!
En Mayo Rey la salud de la población es mala, en ella inciden enfermedades como el sida, la malaria, la tuberculosis… que son el resultado y causa del subdesarrollo. Hemos puesto nuestro grano de arena. No es fácil que se nos olvide. Es muy fuerte.
Y lo hemos podido hacer con el apoyo recibido de toda la sociedad burgalesa, del Ayuntamiento de la ciudad, de Caja Burgos y de la Fundación. Gracias.

Ventura Pérez Mariño es miembro de la Fundación Mayo Rey y magistrado-juez de instrucción de Vigo.


http://www.diariodeburgos.es/noticia.cfm/Vivir/20100306/doctor/sastre/supongo/308E10A8-9ABA-4C2F-16F69B8D635BB04E?ar=2

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